SEGUNDA VUELTA DEFINIRÁ RUMBO POLÍTICO EN BOLIVIA

Ago 17, 2025

Bolivia ingresa por primera vez a una segunda vuelta presidencial, tras sorprendentes resultados electorales que evidencian la fragmentación de la izquierda y el ascenso de dos proyectos claramente conservadores.

Por primera vez en la historia democrática del país, Bolivia deberá acudir a una segunda vuelta para elegir a su próximo presidente. El sorprendente desenlace de la jornada electoral del pasado domingo colocó al candidato de tendencia centro derechista Rodrigo Paz y al representante de la derecha radical libertaria Jorge “Tuto” Quiroga como los dos únicos postulantes con posibilidades de acceder al Palacio Quemado, tras no alcanzar ninguno de ellos el porcentaje mínimo requerido para ganar en primera vuelta.

De acuerdo con los resultados oficiales preliminares del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Rodrigo Paz obtuvo el 32 % de los votos válidos, mientras que Quiroga alcanzó el 27 %. La diferencia, estrecha pero significativa, coloca al candidato de corte conservador como favorito para el balotaje, previsto para el próximo 9 de octubre, fecha en la que finalmente se conocerá al nuevo mandatario del Estado Plurinacional de Bolivia.

Con este escenario, la etapa electoral del presente año no concluyó como venía sucediendo desde 2009, cuando se incorporó la posibilidad de una segunda vuelta. Por el contrario, se abre un mes de intensas negociaciones, gestos políticos y reacomodos de alianzas, con el objetivo de asegurar el respaldo de los miles de votantes que no apoyaron a ninguno de los dos finalistas.

Una de las primeras reacciones tras conocerse los resultados fue la del empresario Samuel Doria Medina, quien nuevamente se convirtió en el gran perdedor de la jornada, tal como ocurrió en sus cinco postulaciones anteriores. Consciente del poco respaldo obtenido, Doria Medina apareció públicamente para felicitar a Rodrigo Paz por su victoria parcial y, de inmediato, anunciar su apoyo para la segunda vuelta. En opinión de varios analistas, este gesto podría marcar el inicio de una alianza conservadora amplia que buscará frenar el avance de la derecha radical representada por Quiroga.

Sin embargo, la sorpresa mayor no estuvo solamente en la definición de los finalistas, sino en el desplome de la izquierda, históricamente dominante en Bolivia desde 2005. La fragmentación del bloque progresista, expresada en la multiplicidad de candidaturas, el voto nulo promovido por el expresidente Evo Morales y la ausencia de un liderazgo claramente unificador, provocó una caída estrepitosa que le costará gran parte de su representación parlamentaria y, sobre todo, su peso estratégico en el escenario político nacional.

El voto nulo, que llega al 20 %, es considerado por los especialistas como un resultado directo del llamamiento de Morales a los electores rurales para rechazar a todas las candidaturas que se apartaran del liderazgo del MAS. Ese porcentaje, inédito en la historia reciente del país, refleja un sentimiento de decepción pero, al mismo tiempo, constituye un serio golpe para las aspiraciones del bloque progresista, ya que contribuyó a dispersar el voto y evitar que un candidato de izquierda accediera a la segunda vuelta.

A la par, Andrónico Rodríguez —quien durante los últimos años se perfiló como el heredero natural del liderazgo del MAS y un posible articulador entre generaciones— apenas logró reunir el 8 % de los votos. Su campaña, enfocada en defender el proceso de cambio, no logró generar la adhesión esperada, especialmente en los sectores urbanos juveniles, más críticos con la última gestión gubernamental.

Peor aún le fue a Eduardo del Castillo, quien entró a la contienda como candidato improvisado ante la decisión del presidente Luis Arce de no buscar un nuevo mandato. Del Castillo obtuvo poco más del 3 % de los sufragios, quedando en último lugar entre los postulantes con proyección nacional. Su candidatura, marcada por polémicas y cuestionamientos relacionados con su papel en el Ministerio de Gobierno, nunca logró despegar ni generar una narrativa convincente.

Unidad Popular, por su parte, logró una presencia mínima que no le permitió alterar el mapa electoral. Los votos que obtuvo en algunos departamentos de la amazonía y del occidente rural no alcanzaron para consolidar una opción competitiva, dejando aún más expuesta la división que atraviesa al campo progresista.

A partir de ahora, el país ingresa en una etapa de campaña totalmente distinta. El equipo de Rodrigo Paz apuesta por consolidar una imagen de moderación, buscando atraer a los votantes de centro izquierda que están preocupados por el avance de una derecha ultraliberal que, según sus propias declaraciones, no dudará en impulsar medidas de ajuste y recorte del gasto público. Su discurso público insiste en recuperar la estabilidad, promover la reactivación económica y garantizar la continuidad de determinadas políticas sociales construidas en los últimos veinte años.

Jorge “Tuto” Quiroga, por el contrario, se dirige con claridad a los votantes más liberales, con una propuesta que incluye la reducción del Estado, la privatización de empresas públicas y la apertura total a la inversión extranjera. Su campaña de segunda vuelta se anuncia como una lucha ideológica abierta contra lo que denomina “populismo y estatismo del pasado”, convencido de que el electorado boliviano está preparado para un cambio “profundo y sin medias tintas”. Mientras tanto las organizaciones sociales, sindicatos y movimientos populares que tradicionalmente respaldaban al MAS se encuentran frente a una encrucijada compleja.